miércoles, 7 de marzo de 2012

Día 2



Después de nuestras aventuras por El Reno, comenzamos un segundo día de ruta que acabó siendo bastante puro y auténtico, sobre todo porque pudimos ver la antítesis del Oklahoma que habíamos sufrido el primer día. 
Nada más salir, siguiendo un desvío que nos propuso el libro, enganchamos con nuestra primera experiencia rutasesentera per sé (fabuloso tema para acompañar la lectura), o al menos eso creíamos en el momento. Nos emocionamos al pisar por primera vez asfalto agrietado de una carretara secundaria, aunque no sabíamos muy bien adónde nos llevaba. Las instrucciones del libro venían a ser algo así: Sigue el camino de gravilla roja con surcos de polvo rojo a los lados hasta que encuentres un puente amarillo. Después, te verás atrapado por un túnel de árboles, y siguiendo media milla, tendrás ante ti Oklahoma en toda su plenitud.
Nos embarcamos en esta pequeña aventura, y ciertamente, la descripción estaba perfectamente sincronizada con el paisaje que iba presentándose. Especialmente la salida de ese túnel de árboles provocaba un pequeño sobresalto interior. Al frente, nada más que yardas y yardas de campo que ahogaban en su inmensidad.



Abandonando este paisaje idílico, retomamos carretera 66, otro de tantos tramos feotes que van paralelos a la I-40, pero con una parada obligada en Lucille´s: una de las gasolineras clave de la ruta que lleva rondando desde los años 30. La pobre Lucille tenía un montón de historias de contar a los viajeros (así rezaba el libro, que data de 1990), pero a día de hoy sólo queda su establecimiento con dos dispensadores que van apagándose con el paso del tiempo, huérfanos de dueña que los cuide y limpie.


Visto que el interés de la gasolinera era limitado, me fui a echar un vistazo más de cerca a esta joyita del Midwest, que andaba por ahí semiabandonada:


Y apareció el dueño al o lejos, moviendo los brazos de arriba a abajo y balbuceando palabras que no conseguía entender. Al principio interpreté que estaba invadiendo su terreno, y en ciertos estados de América, simplemente no quieres invadir una propiedad privada, por lo que retrocedí un poco para darme media vuelta. Pero vi que cuanto más se acercaba, menos amenazante resultaba su expresión, y al final resultó ser un abuelete con muy buenas intenciones: ¿te gusta mi pick-up, hijo? pues espera a ver el Chevrolet de1952 y el Cadillac de 1956 que tengo dentro de ese almacén... Sólo espera un momento que vaya a por las llaves. Ni qué decir tiene lo emocionado que estaba, ¡un Chevrolet del 52 ahí dentro! Esta es una de esas cosas por las que uno se lanza a hacer la Ruta 66, pensaba yo.
Pero cuan fue mi sorpresa cuando nos abre la puerta y entramos en un taller-trastero-garaje mugriento que debía llevar años acumluando chismes y aparatejos, todo ello bien doradito con una densa capa de polvo que dificultaba enormemente la respiración (bueno quizá eso no.. jaja)
Aquí dejo una muestra de lo que se podía encontrar en Taller de John:





Bueno y ¿qué pasó con los dos clásicos? Nada que ver con lo que me había imaginado. Resultaron ser dos chatarrillas mal cuidadas, a cual más oxidada, debido a que el pobre hombre llevaba 3 años lisiado sin poder reparar nada con un ferviente deseo de venderlos (de hecho me confesó luego que nos abrió la puerta para ver si nos encasquetaba alguno). Ojo, que todo coche clásico tiene su encanto, así que dejo que juzgues por ti mism@:




Sin más, ¿verdad? Coches con tanto potencial como falta de cariño. Así pues, nos despedimos de este peculiar y simpático personaje de Oklahoma que la verdad, aunque tuviera una lengua que le gustara ver mundo por sí sola y una clara adicción al juego, derrochaba simpatía por los cuatro costados.

A partir de ahí, parecía que el día iba decayendo en interés, y gran parte de culpa la tuvo el ingeniero que diseñó la nueva autopista I-40, pues hay tramos (este, en concreto, soporífero), en los que va tan extremadamente paralela al antiguo trazado de la 66, que ésta pierde encanto. Es imposible que no se te pase por la cabeza un pf.. si nos quedan 100 millas hasta Amarillo y no hay nada de por medio que merezca la pena, ¿por qué no cogemos la maldita autopista y nos ahorramos un tiempo? (pincha aquí para que te hagas una idea)

Por suerte, no la cogimos hasta que nos cansamos de verdad, y en ese espacio de tiempo avistamos a lo lejos una especie de cementerio de coches impresionante. Y no por sus dimensiones  sino por un carácter tan lúgubre y oxidado


















Esta es una pequeña muestra, pero puedes echar un vistazo a la galería completa del cementerio en mi flickr.

lunes, 11 de abril de 2011

Día 1

Comenzamos la ruta el 21 de diciembre desde Tulsa, OK. El trazado original y completo va desde Chicago hasta Los Ángeles, pero suponía demasiado tiempo y esfuerzo subir hasta Chicago (11 horas desde Arkansas), sobretodo teniendo en cuenta que teníamos reservado hotel en Las Vegas para el 29 y 30 de diciembre. Es decir, no tuvimos que hacerlo con muchas prisas, pero ocho días son ocho días. Y el Gran Cañón mola que te cagas, no podía esperar tanto. Dos días antes de salir habíamos llegado de Miami, de un fin de semana de temática relajación y arena blanquecina, con lo que empezamos de forma suave y contenida el primer día de ruta.  

Este es básicamente el recorrido que hicimos en 30 días. España cabe más que de sobra en el curioso estado de Texas, para que sitúes bien la locura que acometimos con una monovolumen de cuarta o quinta mano.

 

Desde el puntito blanco que aparece sobre Arkansas comenzamos la aventura, en un día torcido y nublado, pero con AC/DC poniendo la dosis de adrenalina que pueden necesitar tres muchachos rumbo a California.
Nos costó más de lo previsto dar con el trazado de la ruta histórica, y de hecho no lo habríamos conseguido de no ser por el mágico libro de Juanxo, (que sólo Juanxo sabe interpretar). Muy recomendable para el bienaventurado que se lance sin excesiva información sobre la ruta, ya que te va dando instrucciones prácticamente milla a milla, giro a giro hasta Los Angeles, de forma que se le puede sacar mucho mucho jugo a un tramo que en principio pudiera parecer descafeinado (que los ha habido).
La primera señal de la Ruta 66 fue un trago un tanto agridulce. Por un lado, después de dos horas conduciendo en busca de algo que se pareciera a esto, finalmente lo encontramos:


Y por otro, cuando saqué la cámara para inmortalizar el primer momento, caí en la cuenta de que el problema de despiste y olvido que me viene acechando en los últimos años, podía empezar a considerarse grave. La tarjeta de memoria de la cámara se había quedado en Fayetteville, Arkansas. El viaje más importante en 20 años y la tarjeta de memoria en casa. 
En fin, comenzamos muy ilusionados y el primer palo no tardó en llegar. La idea que teníamos de una especie de carretera-museo que cruzara todo el país, repleta de moteles con la M roja descolgada y parpadeante, baretos con mesas de billar a punto de pudrirse, y Harley´s, muchas Harley´s, se disipó a la media hora de recorrido. Compraventa de piezas de cualquier cosa con motor, concesionarios de coches muy baratos, muchos semáforos en rojo, y una civilización gris y decadente es todo lo que vimos en el primer tramo de ruta. Imagínate una tarde de noviembre en un polígono industrial de Fuenlabrada cualquiera, a la hora del cierre, y ponlo en América. Es decir, alárgalo, quítale el recinto y extiéndelo infinitamente hasta que no te alcance la mirada. 
Bien, eso es Oklahoma. O al menos así es el tramo que va desde Tulsa hasta Reno, que fue donde hicimos noche el primer día. 
No obstante, hubo una excepción llamada Depew. Es un pueblecito con una disposición muy western: todo se situaba a ambos lados de una calle principal, el barbero, el panadero, el motel y la gasolinera. Y poco más había en Depew. Al menos nos quedamos con el contador analógico de la manguera que en algún tiempo tendría combustible. Muy auténtico.




Cuando empezó a caer el sol, tuvimos que parar porque los campos y el cielo estaban tomando un color demasiado amarillento, después rosado, y acabó con un rojizo sangrante. Las nubes parecían radiactivas, y sí , fue quizá uno de los atardeceres menos románticos que he visto en mi vida. Aquí dejo una muestra: (Prometo que no hay nada de fotochop).



Al caer la noche, aún nos quedaba un buen trecho hasta la parada prevista para ese día, así que apretamos un poco para que no se hiciera muy tarde. No pasaron más de veinte minutos cuando, justo antes de cruzar un puente, avistamos un State Patrol Officer parado y camuflado entre unos árboles. Muy mal presentimiento. En cuanto lo pasamos, lancé una mirada inquieta y agresiva al retrovisor, y en efecto, encendió las luces y comenzó la persecución a la Ivan. Como vi que no teníamos demasiadas posibilidades de fuga (íbamos en reserva) decidí parar en el arcén a ver qué diablos quería el agente. Y ahí comenzó el ritual. Un ritual que desafortunadamente ya nos conocemos a la perfección: 
1º - Oficial del estado observa una infracción en la carretera, oficial arranca el coche, oficial enciende más luces que un tiovivo y, sin bajar de 3500 rpm, oficial no para hasta que te eches a un lado de la carretera, por las buenas o por las malas. 
2º -  Entonces tú procuras no ponerte muy nervioso y "aparcas" (en el sentido de dejar el coche en el primer sitio planito que veas) de forma exageradamente lenta y cuidadosa, intentas controlar la situación mirando por los espejos para ver qué pinta tiene o cuándo va a venir, pero resulta inútil, porque un foco colocado a modo de linterna deslumbra todos tus retrovisores y te ciega. Pero de verdad. No quiere que sepas nada. Y es ahí cuando comienzas a mascar la tensión, muy lentamente, porque esto no es cosa de cinco minutos no. O por lo menos nunca te lo parecerá. En esos momentos no se te ocurre otra cosa que apagar el motor y aguardar a que el agente te explique el motivo de semejante parafernalia. No hay un segundo de la espera en el que no pienses desees y anheles un maldito radar español: Ahí va macho, un flash! ¿lo has visto? joder qué putada. Bueno, cátate este tema tío que está muy muy crema, mira.
Y ya está!, la ruta continúa y no has estado a punto de paro cardíaco.

Ahora, Juanxo te devuelve a la realidad: ¿vamos sacando los papeles?, 
...Hm.., Bien Juanxo bien!, busquemos los papeles. Así que a tientas vacías toda la guantera sacando todos los papeles que parezcan importantes, ya sean del coche, del seguro, o de facturas del taller, nunca sabes por dónde te va a salir un oficial de Oklahoma. 
Su llegada es como el acercamiento del tiburón en Tiburón: la sientes más que la ves. Pero una vez lo tienes en la ventanilla y has pasado este trago, entonces el hombre es la mar de simpático. 

- Hey, vi que ibas un poco más rápido de lo permitido ahí atrás. Andas con prisa chaval?
- No, officer, la verdad que ni me he dado cuenta. [Acento de Vallecas] Verá, somos estudiantes internacionales y aún estamos tremendamente confundidos con las señales de tráfico aquí, las millas, los kilómetros, es todo muy lioso y mire lo oscuro que está además. 
- Con que internacionales eh..? Ya veo. Está bien, si os dejo ir con un warning (aviso formal) iréis más despacio lo que os queda de trayecto?
- Si agente, se lo prometemos.
- Pasen buena noche entonces, amigos.

(Conversación caricaturizada pero no tanto)

En fin, nos fuimos de rositas por tercera vez en tres roadtrips, y no mucho más tarde, nos encontramos con este peculiar gasolinera-restaurante que parecía sacada de Blade Runner, y paramos a tomar una Coca-cola.




 Y dentro tenían un restaurante en el que las cuatro paredes estaban plagadas de botellas de soda, absolutamente de todos los sabores que te puedas imaginar. 



Al llegar a Reno comenzamos a buscar "alojamiento" en el sitio que más barato nos ofrecieran la doble. 50 dólares era lo máximo que acordamos pagar por noche, así que cuando encontramos un Budget Inn que ofrecía dos camas y wifi por $47 hicimos el check-in y salimos a la búsqueda de un lugar tranquilo para tomar una cerveza. El sitio perfecto era una bolera llamada El Reno Bowl, con partidas muy asequibles y cervezas a $2. 
Mucho decía esta bolera de la culturilla americana  de pueblo. En las pistas contiguas, había un montón de chavales echando sus partidas (buenísimos, por lo general), con un cartel en la frente que decía "este es el plan más guapo y satisfactorio que puedes hacer en El Reno un sábado por la noche". Y supervisando todo este desmadre estaban los dueños: un matrimonio mayor muy agradable que estaban encantados de haberse topado con españoles de nuevo. A la mujer se le iluminaron los ojos cuando le dijimos de dónde veníamos y fue adentro a por un álbum de fotos de los 80 por lo menos, para contarnos infinitas historias sobre la última vez que pasó un grupo de chavales españoles por esa bolera. Mientras tanto, el buen hombre nos intentaba amenizar los minutos comentando la actualidad del tenis, que si Nadal, que si Roddick, que si coged toda la comida que queráis que se os ve tísicos... en fin un encanto de abueletes. 
Para acabar el día, diré que el Budget Inn, gestionado por madre e hija indias y con una recepción bastante acogedora, es una mierda considerable. Moqueta roída y con más manchas que suelo limpio, edredones llenos de quemaduras, paredes sucias sucias (sin llegar a ser repugnantes) y unas toallas guion lija sacadas del hospital de quemados de Toledo pusieron guinda a un primer día de Ruta 66. 

*Por cierto, me resultó muy curioso que la dueña del motel me preguntara cuántas noches nos íbamos a quedar en Reno.
¿?¿!



Próximo trayecto: Reno - Amarillo, Tejas. Yeeeeeeha!




 

sábado, 12 de marzo de 2011

Hacia el oeste

Bienvenido/a a este pequeño espacio bloguero.
Vamos a intentar relatar día a día - pero brevemente- lo que ha sido el viaje más ambicioso y variopinto que hemos hecho hasta el momento. 
Comencemos con una pequeña intro:
 
¿Por qué la Ruta 66?
Bueno, somos tres amigotes estudiantes de intercambio en Estados Unidos que, a diferencia de la gran mayoría, y muy a pesar de nuestros padres, decidimos no volver a casa por Navidad y adentrarnos en la inmensidad americana rumbo a California, por aquello de tener algo que contar cuando volvamos a España.
Históricamente, la Ruta 66, o Mother Road, como les gusta llamarla aquí, fue la principal vía comercial y turística hacia la costa oeste. Digo principal pero me refiero a única, ya que hasta los años 30, no había nada pavimentado que fuera más allá de las Rocosas. Así, se convirtió en la carretera más transitada de Norteamérica hasta mediados de los 80, cuando comenzaron a construir la inmensa I-40 (Interstate 40), que prácticamente solapa el trazado de la histórica ruta, y la relega a carretera secundaria casi inutilizada.
Pero es que mola mucho. Si eres un amante de la carretera, 80-90 km/h máximo, ventanillas abajo, buena música y buena compañía, la verdad es que la Ruta 66 es un gozo sin fin. Bueno, sin fin no, pero 4.000 kilómetros de gozo, eso sí.

Cuánto: 1400€ aprox! El viaje continuó por toda la costa californiana hasta San Francisco, por lo que la estimación es un poco relativa.

Cuándo: desde el 21 hasta el 31 de diciembre, cuando entramos de lleno en Los Ángeles para celebrar un año nuevo como Dios manda.

Cómo: inicialmente teníamos pensado hacerla cada uno en una Harley Davidson negra con chupa negra y gafas de piloto negras, pero pensamos bah! qué típico! Mejor conducimos nuestra IVAN.
La presento brevemente: es una monovolumen del 2003 con propiedad compartida (5 personas) cuya adquisición se remonta al inicio del intercambio de este curso. Y sí, ha cruzado Estados Unidos de este a oeste.
Dos veces.


He aquí:

Sesión fotográfica en algún lugar de Nuevo Méjico

Iremos subiendo poco a poco un pequeño diario de ruta con fotos destacadas, aunque si te apetece ver el álbum entero puedes hacerlo aquí.

Nos vemos en Tulsa, Oklahoma!